Cuando haya muerto, amado, Triste canción no cantes, Ciprés sombrío ni frescas flores sobre mi tumba derrames. Cúbreme verde hierba de lluvia humedecida, Y si quieres, recuerda, Y si quieres, olvida. Ya no he de ver la penumbra, ni el rocío sentir, ni el canto -triste como un lamento- del ruiseñor oír. Soñando en un crepúsculo, ni alba ni atardecer, puede ser que recuerde, que olvide puede ser. |
Ella se sentó y cantó siempre,
Junto a las orillas verdes del arroyo,
Viendo a los peces saltar y jugar,
Bajo el alegre rayo del sol.
Yo me senté y lloré siempre,
Bajo lo más sombrío de la luna,
Viendo los capullos de mayo,
Bañando con lágrimas el arroyo.
Lloré por la memoria;
Ella por la esperanza:
Mis lágrimas se ahogaron en el mar,
Su canción murió en el aire.
Junto a las orillas verdes del arroyo,
Viendo a los peces saltar y jugar,
Bajo el alegre rayo del sol.
Yo me senté y lloré siempre,
Bajo lo más sombrío de la luna,
Viendo los capullos de mayo,
Bañando con lágrimas el arroyo.
Lloré por la memoria;
Ella por la esperanza:
Mis lágrimas se ahogaron en el mar,
Su canción murió en el aire.
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